miércoles, 13 de marzo de 2013

Los jueces no tienen ni puta idea.

Lo dicho, los jueces no tienen ni puta idea. Voy a hablar desde el corazón, desde la moralidad y desde la lógica, no sólo porque desconozco la ley y toda la terminología que ella implica, sino porque precisamente de los tres factores que menciono está totalmente carente la justicia. Será, pues, que la justicia no es cosa de pobres, pero eso ya lo debatiremos otro día.

No sé si sabéis que a unos niños de Valencia la justicia los obliga, por auto/sentencia o como narices se llame, a irse a vivir con sus padres a México. No sé si era de 2008 o de 2010, pero ha llovido mucho desde entonces y los niños, españoles, se han criado en España todo este tiempo, con su madre, sin que su padre se preocupara por ellos. No voy a hablar de la crueldad que se ha cometido contra esa madre ni la cara de fría impasibilidad que tenía el padre aun cuando veía sufrir a sus hijos por el drama que les estaba obligando a pasar. Eso lo dejo a juicio de los demás. Yo me centraré en los niños y en cómo la justicia se pasa por el forro del arco de triunfo los sentimientos de éstos, y no me digáis que a veces se los manipula ni demás chorradas, porque en el 99% de los casos no es cierto ni de lejos. Y os hablo desde la experiencia de ser hija de padres separados entre los que, por decirlo finamente, no había entendimiento, especialmente por la parte paterna.

El psicólogo de los juzgados

Me descojono cuando pienso en esta figura (perdonad la vulgaridad de mi vocabulario a lo largo del post, pero es que me hierve la sangre). Se supone que una persona, hablando con ella 30 minutos, ya sabe qué es lo que más te conviene para tu vida. Estupendo. No dudo yo de su formación y de sus capacidades, pero para poder decidir el futuro de un menor a golpe judicial que hay que acatar sí o sí, lo ideal sería hacer un estudio, una investigación, llevar a cabo un seguimiento...

Los niños en el jugzado, sólo por el mismo edificio, están atemorizados. Y quien me diga que no, miente como un bellaco.  La presencia de personas extrañas les cohíbe, y tener que hablar de cosas tan íntimas como su sifrimiento ante un extraño aún más, de ahí que a veces muchas cosas no salgan a la luz. Y no me habléis de que hay que poner denuncias porque bien sabéis que muchas veces no se denuncia por el mismo miedo.

La opinión de los niños

En pocas palabras, la opinión de los niños cuenta una mierda. Y os lo digo por experiencia, otra vez. Si yo le digo al juez o a la jueza que no quiero estar con una persona porque directamente me da miedo estar con ella, ¿qué cruel y atrofiado mecanismo hace que el/la magistrado/-a piense que tengo que estar con esa persona un mínimo de días al mes? Yo particularmente me pasé la decisión judicial por donde no digo, aun a sabiendas de lo que podía ocurrirle a mi madre (o a mí). Es que me daba igual. Que venga la jueza o la Guardia Civil a buscarme. Antes me tiro por una ventana, y los que me conocéis lo sabéis.

A los juzgados les importa poco o nada la opinión de los menores, y mucho menos su integridad física o psicológica. Que te diga una señora o un señor que "al menor eso no le va a suponer un trauma" es, cuanto menos, insultante. ¿Y usted qué sabe? Miren, señores de la justicia, pueden irse todos a tomar viento fresco (bueno, la mayoría, que me consta que hay algunos que son muy buenos y coherentes). Ya me gustaría a mí verlos en esa situación. Los juzgados, por norma general, destrozan la vida de los menores, no la solucionan.

A la fuerza

A la fuerza, así es cuando se actúa cuando la opinión, la vida, la experiencia y el deseo de los menores no casa con los de la justicia. Señores jueces, bien que pueden pasar 8 años para poder cobrar el primer año de pensiones de manutención, pero ah, amigos, para cumplir el régimen de visitas no, eso se hace en seguida porque está escrito. Y lo otro también, no te jode, y hay niños que viven un año entero a base de arroz con papas o papas con arroz porque a un sinvergüenza le preocupa más joder a su ex-pareja que preocuparse por el bienestar de sus hijos. Si la ley se tiene que cumplir, se tiene que cumplir TODA. Y aun así, debe prevalecer el bienestar de los menores.

Ya no me extiendo más, porque, si bien mi situación afortunadamente no fue tan grave como la de los tres niños que van a ser trasladados contra su voluntad y cual mercancía a México, lo que supone un desarraigo brutal, un cambio de familia, de compañeros, etc., sí que os puedo asegurar que esas tres personitas vivirán con eso dentro de por vida, con un resentimiento, un rencor y un dolor que muchas veces no te deja avanzar porque te nubla todo a tu alrededor, algo con lo que hay que aprender a vivir y que hay que dejar atrás, porque por mucho que digan, ni se supera ni se olvida: se deja atrás. ¿Quién se responsabiliza entonces de los sentimientos y del bienestar psicológico de los menores? ¿La justicia? Ah, no, que a ésa los niños le importan una mierda. Y así nos luce el pelo.