martes, 30 de junio de 2015

Se ha cerrado un ciclo

Se ha cerrado un ciclo. Los que son docentes saben que el año empieza el 1 de septiembre y acaba el 30 de junio. No hay más año que ese para nosotros. Por lo general, el año se empieza con alegría, motivación, ilusión... y suele acabar con buenos deseos para los compañeros y un poco de morriña por dejar atrás un centro, unos alumnos, etc. Otras veces la experiencia ha sido tan mala que uno solamente tiene ganas de que el 30 de junio llegue cuanto antes mejor. Yo he vivido los dos extremos y este año, afortunadamente, vuelvo a sentir algo de penita al acabar el curso.

Esta desazón que me acompaña desde hace ya dos semanitas no sólo se debe a los fantásticos compañeros con los que he compartido momentos increíbles. Con Maite hemos seguido rutas gastronómicas de vicio y perdición; con Xisca he salido "a fumar" sin la necesidad de prender un cigarrillo, sólo por el puro placer de conversar; a Albert lo tengo fascinado con los sobrecitos de leche condensada, que sé que va a echar de menos el año que viene, y así todos ellos, como el imperturbable Jaume -alias "el hombre del yogur"- o Montse, mi jefa de departamento que tantas dudas me ha resuelto y tanto me ha facilitado mi trabajo a lo largo del curso.

También sé que voy a echar mucho de menos a este equipo directivo, que se ha desvivido por mejorar las condiciones laborales de los miembros del claustro y por ofrecer a los alumnos todas las posibilidades habidas y por haber para que lleven sus estudios a buen término. A los siempre discretos Raúl y Xavier hay que añadir a Damià, el director, un gran conversador que sé que me va a echar de menos porque no tendrá a quién chinchar, jejeje. El director, ese hombre, esa persona que no necesitaba recordar que lo era para que sus decisiones se asumieran entre nosotros por su sensatez. Creo que la grandeza de un director está en no hacer nunca patente que lo es, he aquí un ejemplo. Con Damià he vuelto a recobrar la fe en la función directiva que yo creía perdida, es un gran gestor del centro y de sus recursos humanos que ha sabido poner a su lado a dos personas eficientes para desarrollar su labor.*

Alumnos y profesores del CEPA Mancomunitat des Pla - Vilafranca

Voy a echar de menos un centro limpísimo (olé por el personal de limpieza, Miquela y Cati) que está muy bien acondicionado para la labor docente, con espacios cómodos tanto para profesores como para alumnos, con recursos TIC, y con algo tan básico como calefacción en el crudo y húmedo invierno del Pla de Mallorca. ¿Y qué hay de los cafés en el bar? Nunca había apreciado tanto que un centro contara con una cafetería al lado hasta que estuve tres años sin ella.

Recordaré con añoranza a mis alumnos, quienes me han facilitado un montón mi trabajo: mis gamberros de 3º del primer cuatrimestre, mis alumnos de español para extranjeros que me dejaron cubierta de dulces para que yo también pudiera hacer el ramadán si hace falta, mis chicas y mi chico del grupo de inglés, que tanto han aprendido y tanto han mejorado y, cómo no, a mis alumnos de acceso a CFGS, que el año que viene podrán continuar con sus estudios en diferentes institutos de Mallorca. **

Agradezco la oportunidad que me ha brindado el CEPA Mancomunitat des Pla de llevarme una impresión diferente de la enseñanza de adultos y de su gestión, que en tan mal concepto tenía después de mi triple experiencia en años anteriores. Por todo ello, a todos los que me han acompañado durante este curso, a todos los que han colaborado en la mejora de mi salud física y mental, a todos los que han tenido una palabra de ánimo en un momento oportuno, a todos ellos, sólo les dirijo unas simples palabras: GRACIAS, OS ECHARÉ DE MENOS. Y NO OS IMAGINÁIS CUÁNTO.

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*Digo esto al acabar el curso porque luego me dice que le hago la pelota porque seguro que quiero algo. Jajajaja.
** De ellos os hablaré mañana en otro post: COSAS QUE TE PASAN EN VILAFRANCA CUANDO ERES UNA PROFESORA DE MENOS DE 30.

sábado, 20 de junio de 2015

Terapia antiestrés: ir a la peluquería - Es Teu Estil

Si hay algo que me gusta hacer es ir a la peluquería. Me encanta. Como me gusta tanto, lo considero una terapia antiestrés, y para ello me pongo a mí misma las siguientes premisas:

  • Ir sin prisas. Esto no tiene nada que ver con que haya lugares en los que te hacen esperar una eternidad, esos ya los he descartado, sino con que un tinte necesita su tiempo, al igual que un corte, una mascarilla, un peinado... Si queréis un buen resultado, debéis dejar trabajar a los profesionales. 
  • Seleccionar con mucho cuidado el salón al que acudo y elegir personalmente a mi estilista. Este punto entronca directamente con el anterior: la clave está en elegir a profesionales, y entre ellos, al que mejor se adapte a tu estilo. Como en todas partes, siempre hay personas con las que empatizas más o con las que te entiendes con pocas palabras y que captarán enseguida qué quieres, cómo lo quieres y qué utilidad le quieres dar. Os recomiendo que siempre que podáis, al pedir cita, hagáis explícito que queréis que os atienda una persona en concreto. Así evitaréis futuras sensaciones incómodas, problemas y disgustos. 
  • Lo de pedir cita también es muy importante, aunque reconozco que yo misma algunas veces no lo cumplo, aunque eso sólo sucede los días en los que estoy tan necesitada de desconectar que no me molesta sentarme un ratito, relajarme y leer una revista hasta que me toque mi turno (si es que hay algún hueco, si no, pido cita, y me voy a pasear un ratito, que siempre viene bien, jejeje). 
    Gama de productos Goldwell
  • Elegir lugares en los que cuenten con excelentes productos. Para hacer cutradas y experimentos ya me quedo en casa. ¿Mis elegidos? Aveda (Salón Josep, en Mahón) y Goldwell (Es Teu Estil, Puerto de Alcudia). El brillo que da el tinte de Goldwell es fabuloso, y además dura muchísimo. 100% recomendado. 
  • Acudir a la pelu sólo los días en los que sé que no va a haber mucha gente (entre semana, por las mañanas...), siempre que se pueda, claro. 
Ya os he mencionado el salón Es Teu Estil en el Puerto de Alcudia, y os voy a hablar más de él, porque sencillamente me encanta. Me fascina. Su propietaria, Aina, es de esas personas que se han encargado de hacer de su trabajo un arte y se ha encargado de que la calidad del servicio, la de los productos y su atención al público no sólo sea exquisita, sino también excelente. 

Aina, tan estupenda como siempre.
Hace pocos meses que Aina Bergas se ha metido en el maravilloso mundo de los autónomos con su nuevo salón de peluquería (a lo que hay que sumar su trabajo a tiempo completo como mamá de dos niños maravillosos). Ha remodelado por completo un local y lo ha decorado de manera minimalista y práctica, con tonos profundamente relajantes, como el azul y el blanco. Los detalles están cuidados hasta el extremo: servicio de amenities, toallas individuales en el baño, iluminación acorde con los tonos, etc. Toda una cuquitez en su conjunto.

Salón Es Teu Estil
Pero si el "envase" ya es maravilloso, ni os cuento el trabajo de Aina como profesional. Para que me entendáis pronto y bien, voy a resumir su filosofía de trabajo en varios puntos: 
  1. Siempre sonríe. Esto es muy importante, ya que da "buen rollito". :D Es de esas personas con las que es imposible enfadarte. Si te tiene que decir algo te lo dirá, pero es tan sumamente elegante y educada, que encontrará el tacto necesario para tratarte con la mayor delicadeza del mundo y hasta reconfortarte.  
  2. El que paga manda y el cliente siempre tiene la razón, y aunque no la tenga, es lo primero.
  3. Hacer caso de las peticiones del cliente. Podéis ir bien ranquilas, 100% seguro que si le decís "corta medio centímetro", corta medio centímetro. Ni más, ni menos. Otra cosa es que ella os pueda aconsejar, y luego vosotras (o vosotros) ya decidís. 
  4. Si decidís hacer un cambio de look -más o menos radical-, os aconsejará y os dará varias opciones, igual que si tenéis un compromiso muy importante y debéis ir radiantes y despampanantes. 
  5. Saldréis de su peluquería estupendos y, lo que es más importante, contentos.  
He sacado a colación antes la elegancia, y es que le es algo tan innato, que enseguida os vais a percatar de ello, porque la elegancia no está en un vestido caro, sino en la actitud con la que uno afronta la vida. Se puede ser elegante con una cresta y un collar de pinchos, con una coleta, con el más artificioso de los recogidos o con el alisado más perfecto que hayáis visto en vuestra vida. Esta estilista hace suyo lo del "menos es más", y aunque algunas veces le gusta ser algo rompedora para destacar o ir a la moda, su sutileza y buen gusto os dejarán fascinados. 



Otra gran baza a su favor es que sólo trabaja con productos de primerísima calidad. Esto puede sonar a tópico, pero es que es cierto. ¿De qué serviría que ella fuera la mejor profesional del mundo si luego los productos dañan la piel o el cabello? Aina ha decidido optar por marcas de vanguardia en Europa, como Goldwell y Germaine de Capuccini. Si sois lectoras de revistas de moda como Vogue, Cosmopolitan o Glamour, seguro que os suenan. Además, también cuenta con líneas especiales y una gama de productos para chicos. 









Ya sabéis que yo soy un poco "clienta-especial-porculera", así que si yo opino que Aina es una maravilla no sólo como profesional, sino también como persona, seguro que a vosotros os deja más fascinados aún. Ya no os hablo de tu trabajo, que es impecable. Ponerse en sus manos es una apuesta segura. ¿No me creéis? Gracias a ella me dejé el flequillo ladeado que suaviza la redondez de mi cara de pan de dos kilos, y también me hizo esta obra de arte para acudir a la boda de una amiga, un semirrecogido joven y desenfadado, veraniego y, sobre todo, muy fresquito. Arte. Sin más.




















Y lo más importante: ¿Dónde la podéis encontrar? En Es Teu Estil, Ctra. de Artà núm. 26, local 15 (Edificio Garden, frente al Vanity Golf). Podéis pedir cita al 971 54 58 59 y también visitar su página de Facebook: Es Teu Estil


viernes, 5 de junio de 2015

Pincha aquí, pincha allá, vacúnate, vacúnate... Un poquito de inmunidad y sálvate, y sálvate...

Seeeeee, es imaginarme cantar esto en plan ochentero y me da un subidón. Hahahaa. Bueno, al loro, que luego me despisto. El tema de hoy es sumamente serio, y más después del reciente caso de difteria en un niño de Olot (¿por negligencia de los padres?) a quien le deseamos todo lo mejor del mundo y mucho cariño para que se recupere pronto. Como os decía...

Hoy Diario de una profesora interina se desplaza a otro blog para hablar sobre las vacunas. ¿Y quién soy yo para hablar sobre las vacunas? Básicamente nadie, por eso me he dedicado a recoger las opiniones de una enfermera con una amplia trayectoria y de una futura doctora que está especialmente implicada con la salud infantil. Son Marga Ferrer y Laura Villalonga. ¡¡Dos encantos!! ¿Y por qué hablo yo de vacunas? 1. Porque Eulàlia, una mamá bloguera muy concienciada con la salud y la educación infantiles me lo ha pedido, 2. Porque hace un añito que la pobre Princess, su peque, contrajo la varicela -afortunadamente pasó rápido- y 3. Porque por el trabajo de mi chico últimamente le han tenido que poner un recordatorio de todas las vacunas existentes en el mundo mundial -TODAS- y estamos muy concienciados con la prevención de enfermedades. Cuando digo todas, digo todas: fiebre amarilla, tifus, cólera (oral), meningitis... Todas. Menos la de la rabia, las tiene todas. ;)

Aquí tenéis el enlace al post en el blog Princess and Owl Stories, que está estructurado en breves apartados, según lo que le interese a cada uno. Personalmente, me quedo con la opinión de Eulàlia, la mamá que nos ha dado voz en su blog para difundir este tema (que empezamos antes de que fuera noticia), que comparte en su introducción: "Personalmente pienso que la vacunación es un derecho de los niños, no de los padres. Aunque al fin y al cabo sean los niños, y toda la sociedad, quien paga las consecuencias. Respeto todos los modos de crianza y las formas de vivir la maternidad/paternidad de todo el mundo, pero no puedo entender que unos padres pongan en riesgo la vida de sus hijos y de todos los que están en contacto con ellos." 





Cartilla de salud y vacunación para las niñas de 1985.
Si hay algo de lo que estoy especialmente orgullosa es de que mi madre -como tantas otras- velara por mi salud y por la de mi hermano. Como mi hermano ha sido siempre un niño sanísimo con el que sólo tuvimos que lamentar varias decenas de huesos rotos durante su infancia porque estaba un poco asilvestrado :D (y aún le dura, jejeje), mi madre tuvo que asegurarse de que yo no pillara nada, porque era un imán para virus y bacterias de toda clase y condición. Afortunadamente ya desde los primeros meses me vacunó de todo lo vacunable, al igual que hizo con mi hermano, y siguió con nuestro calendario vacunal hasta completarlo. Como veréis, en esa época no se vacunaba de la varicela... y la pillé. A los 8 años, después de mi comunión. La recuerdo como una de las peores semanas de mi vida: baños de almidón, fiebre altísima, picor, la mente que se me iba... ¡Ojalá hubiera existido vacuna!

Asimismo, tanto mi hermano como yo hemos seguido actualizando nuestro calendario vacunal adulto, especialmente con las dosis recomendadas de tétanos-difteria (sí, esa enfermedad evitable por la que un niño está muy grave en el Vall d'Hebrón), en el caso de mi 'broder' porque sigue siendo un desastrillo que se corta con todo y la lía parda, y yo creo que con tantas dosis que tiene está inmunizado de por vida. En mi caso, como dosis de recuerdo. Y me queda una -prácticamente última- a los 35 o 36 años.




Lo tengo tooooodo, toooooooodo... ;)


Algo que realmente me preocupa es que todos los padres tienen acceso a las vacunas de las enfermedades más severas (pese a que otras sí son de pago), puesto que ni los politicastros que nos gobiernan se han atrevido a quitarlas de la seguridad social porque, obviamente, tanto su vida como la de los suyos, en caso de epidemia, también estaría en juego (no son tontos, no...). Cualquier niño que resida o reciba asistencia en España no sólo tiene sanidad gratuita independientemente de su situación legal en nuestro país, sino que, por el bien de toda la sociedad, también tiene su vacunación garantizada. Es decir, si no les ponen las vacunas es 1. por desconocimiento (los menos), 2. porque no quieren (la mayoría). ¿Sería esto segundo una negligencia? Para mí, sí. Es como tener a un niño con 40 de fiebre y no darle un antitérmico, o a otro con una herida abierta e infectada y no llevarlo al médico. De locos.

Aunque os recomiendo fervientemente que os leáis la entrada de Princess and Owl Stories, en la que a continuación de la introducción de Eulàlia aparece el artículo, aquí os lo dejo en formato descargable, así como también el artículo más profundo y documentado, con una marcada aportación médica, que nos hizo llegar Laura Villalonga.