jueves, 12 de marzo de 2015

NEDS: Non Educated and Delinquents

Hoy quiero compartir con vosotros una de las películas que más me ha impactado a lo largo de mi breve pero intensa carrera como docente. Se titula NEDS y está ambientada en Escocia. Aunque yo la vi en versión original, en Youtube la tenéis enterita y doblada al castellano. Os pongo las dos versiones. Para mí es un gustazo oír hablar en escocés de Glasgow. No os digo más. El final es toda una alegoría.


Versión original



Versión doblada al castellano

miércoles, 11 de marzo de 2015

¿Por qué estudié filología?

Siempre he pensado que una lengua se estudia por amor o por cojones. Con la filología, parecía que mi caso iba a ser el segundo. Estudiar algo supuestamente "sin salidas" y que sólo te podía llevar, en el mejor de los casos, a la cola del paro, cuando no a la mendicidad, suponía, en mi época de adolescente, toda una rebelión contra mi entorno. Excepto para mi madre, pues ella siempre me ha dicho que hiciera lo que me diera la gana. Afortunadamente.

Ya elegí estudiar el Bachillerato en Humanidades, lo que antaño era "letras puras". A saber: lenguas oficiales, inglés, alemán, latín, griego, historia, historia del arte, filosofía... Esa decisión ya me circunscribía a cierto itinerario. Pese a tener claro que me veía estudiando una filología, el adjetivo que la acompañara me importaba más bien poco. Todo me iba bien.

Pero llegó el día. Llegó el día en el que, cual corderitos a punto de degollar, visitábamos la universidad para informarnos de las diferentes carreras que se ofrecían. Lo hacían a modo de conferencias/tertulias de/con/entre los profesores que impartían esos estudios superiores. Como debíamos inscribirnos a dos "loquequieraquefueraeso", mi primera opción fue, sin duda, filologías. Para la segunda ya dudé más. Siempre me he interesado mucho por la docencia, y a ello me dedico, pero descarté las charlas de magisterio porque, sinceramente, ni me veía ni me veo con niños de 7 u 8 años. Así que me decanté por obtener información de pedagogía y psicopedagogía. Por cuestión de horarios, la conferencia sobre estas últimas se celebraba primero.

¡Qué desilusión! Recuerdo que estaba con algunas compañeras de clase en una aula enorme del edificio de Ciencias de la Educación. Todo muy bonito, todo muy "modenno". Lo siguiente que recuerdo es un bombardeo de cursos, nombres de asignaturas y créditos: Sólo información administrativa. Durante 40 minutos. Estaba a punto de explotar. En el turno de preguntas fui de las primeras en tener la palabra y mi intervención fue, cuanto menos, inquietante para las dos profesoras que se hallaban en la tarima: "Ahora que ya sabemos todo esto, que podríamos haber encontrado fácilmente en internet y que, además, carece de importancia puesto que es algo administrativo que obligatoriamente hay que cumplir, ¿pueden ustedes decirme exactamente en qué consisten estas assignaturas, qué se estudia en ellas, cuál es su relevancia para un futuro desarrollo profesional?"

Se hizo el silencio.

La respuesta no fue más que volver a repetir los créditos de que constaba cada asignatura. Ante semejante disco rayado insistí en que me pusieran, al menos, un ejemplo. Siguieron hablando de créditos. Me fui. Ahí yo no tenía nada que hacer. ¿Qué tipo de educación queremos si los que se supone que forman a los educadores no son más que meros instrumentos de repetición incapaces de responder una simple duda con empatía? Esa no es la educación que yo quiero. Esa no era ni es la educación de la que yo quiero formar parte.


Prefería irme a Mordor. 

Después de caer en las garras del bar de la facultad de Filosofía y Letras, templo del saber y antro de perdición, me dirigí a la charla de filología. Recuerdo que los profesores nos miraban con carita de pena, por no decir con cara de: "valientes pardillos vamos a tener aquí el curso que viene..." No recuerdo quién era la representante de Filología Inglesa, pero sí he cristalizado las caras bonachonas de José Servera y de Nicolau Dols, de hispánicas y catalana respectivamente. Ambos me enamoraron.

El maestro de ceremonias, por así decirlo, era el Dr. Dols, quién se encargó de dar prueba fehaciente, mediante escrutinio a mano alzada, de que el 90% de los que allí estaban se dirigirían a Filología Inglesa. Aquello provocó las risas de todos los presentes. Nos hablaba con tanto cariño que era imposible no prestarle atención. Nunca he tenido el placer de haberlo tenido como profesor, sin embargo, me consta que ese cariño para con sus estudiantes todavía le acompaña.

El siguiente en hacer su intervención fue el Dr. Servera. Desde ese día hasta mi último día en la facultad lo recuerdo como un hombre que siempre tenía una sonrisa amable. Servera comenzó su intervención cual actor teatral declamando un monólogo. ¡Fue algo formidable! Nos enganchó a todos creando expectación y comenzando su arenga filológica de la siguiente manera: "La Filología es como un matrimonio, es para toda la vida... Bueno, ahora ya no". Como imaginaréis, las risas del auditorio fueron mayúsculas. ¿Cómo no iban a engancharnos profesores así? ¿Cómo no abocarse de manera suicida a estudiar Filología?

Fue ahí cuando creo que empecé a plantearme estudiar hispánicas por amor. Y aún me dura. Se ve que el mío debe ser uno de esos casos extraños hoy en día de matrimonios bien avenidos.

Con el tiempo descubrí que el Dr. Dols era especialista en fonología, una de mis debilidades, y el Dr. Servera no sólo era un especialista en literatura contemporánea, sino que, directamente, creo que pertenece a la Iglesia de Valle-Inclán, uno de los pocos autores finiseculares, sino el único, que tiene un poco de chispa. Recuerdo devorar las Sonatas, Tirano Banderas y Luces de Bohemia, tan diferentes ellas.

De mi paso por la carrera de Filología Hispánica en la UIB me llevé un grato recuerdo de todos mis profesores, TODOS, no sólo por su desempeño profesional, que a mi juicio es indiscutible, sino también por su cariz humano. Vaya hoy, para todos ellos, este pequeño homenaje.

A fin de cuentas, todos los filólogos somos un poco Max Estrella.

domingo, 8 de marzo de 2015

#ThisGirlCan


Un día como cualquier otro no sólo para reivindicar nuestros derechos, sino también para decir que todas, TODAS, seamos como seamos, tenemos derecho a TODO. 

lunes, 2 de marzo de 2015

Mamás ojipláticas ante nuestro maravilloso sistema educativo.

Si el otro día era yo quien escribía una carta al presidente de mi comunidad autónoma, carta que, por cierto, me respondieron casi todos los representantes políticos por Twitter excepto él o cualquiera de su partido, hoy es una mamá la que analiza lo que ha observado en el mundo de la enseñanza. Como tiene una peque que el curso que viene empieza el cole, ha decidido buscar cuál es el mejor para su nena, pero lo que se ha encontrado no tiene desperdicio.

Estupefacta como me quedé ante la dosis de realidad que yo, por verla desde dentro, ya tengo como normal, no puedo sentir sino una pizca de vergüenza por lo que pasa en nuestros centros. Probablemente no sea yo, ni ningún docente, quien tenga que avergonzarse de la la lamentable situación -de la educación infantil en este caso-, pero aquellos que deberían responder ante estos ataques a los derechos de los niños y a su desarrollo completo tanto físico como emocional y social dudo mucho que tengan corazón alguno para sentir vergüenza, cuanto menos lástima, empatía o la necesidad de tomar un camino responsable para con nuestros peques.

Aquí os dejo la entrada de @lorzagirl quien, por cierto, tiene un blog fabuloso: Carta a un político español. O a varios. 

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Aquí tenéis un texto similar, humano, cercano, real, analítico, pero del mundo de la sanidad. Es breve pero intenso, disfrutadlo: Lágrimas de vergüenza.