viernes, 17 de enero de 2014

Volando con la Consellera

Sí, amigos, habéis leído bien: Hoy he compartido avión con la Consellera d'Educació, Joana Maria Camps, y con el President de les Illes Balears, José Ramón Bauzá, pero ahora no me interesa este último. Os cuento.

Hoy cogía el avión con Biel, un compañero de trabajo, y cuál es nuestra sorpresa al ver que en nuestra misma cola de embarque estaban la Consellera y el President (alias Joserra). Sencillamente nos quedamos un poco flipados de encontrárnoslos entre el populacho, entre viles interinos como nosotros, pero ahí estaban. Creemos que también estaba el Rector de la UIB -no llegamos a reconocerlo-, auque este señor, sólo por su vertiente académica, ya merece nuestros respetos. A Biel se le cambió un poco la cara, y lo cierto es que lamentó no haberse puesto la camiseta verde, pero enseguida empezamos a comentar qué les diríamos si tuviéramos la ocasión.

Durante el vuelo a mí me tocó poner mis cosas con las de la Consellera, pero sin más. Durante toda la travesía mi compañero de tecno y yo comentábamos qué cosas cambiaríamos y qué situaciones hemos vivido por culpa de los recortes, entre ellas, un año en el paro. Después de un vuelo fabuloso y tranquilo, al aterrizar nos esperaba el bus para llegar a la terminal, y ahí, circunstancias de la vida, nos tuvimos que poner justo al lado de estos representantes políticos. A ella le molestaba mi maleta y a mí me molestaba su bolso, pero nada del otro mundo. Fue ahí cuando yo ya no podía más, y tenía que contarle de primera mano y de una manera desafectada la situación por la que pasamos los docentes de las islas, y concretamente, la nuestra.

No niego que muchas veces he fantaseado con bombardear la Conselleria, pero esta vez tenía la oportunidad de explicarme y no la quería desaprovechar. Saludamos amablemente tanto al President como a la Consellera y les deseamos un feliz Sant Antoni, patrón de Menorca y honrado además en muchos pueblos de Mallorca y de Ibiza. Al explicarle que era "nuestra jefa" y que éramos docentes, Joserra desconectó (me imagino que no le apetecía hablar con unos camisetas verdes revolucionarios y reaccionarios como nosotros). Ella, sin embargo, nos prestó toda su atención. Y no bromeo. Yo creo que se sorprendió de que nos dirigiéramos a ella con amabilidad y explicándole que entendemos que ella tiene que hacer su trabajo, aunque éste a veces no sólo no nos guste, sino que llegue a disgustarnos en demasía. Entonces aún nos prestó más atención si cabe. Estoy intentando ser todo lo objetiva que puedo, ya que creo que es lo mínimo que puedo hacer con una persona que, al menos, tiene la amabilidad de escucharme (si bien es cierto que también entra en su sueldo, pero ahora no hablaré de ello).



No había lugar a revindicaciones, puesto que tanto la posición de los políticos que actualmente nos gobiernan como la de los docentes es de sobra conocida por todos. Cuando los argumentos objetivos o numéricos no funcionan, y mucho menos lo hacen aquellos que pretenden arrastrar masas sociales, lo mejor es ceñirse a la experiencia propia y compartir los sentimientos y el malestar de uno. La empatía y la ética son, en fin, buenas herramientas para el diálogo. Le explicamos que somos interinos itinerantes, y que la terminal B es como nuestra segunda casa. Biel le planteó ciertas circunstancias y problemas que se  encuentra al tener que dar clases de Tecnología en un taller con 30 chiquimonsters en plena efervescencia hormonal: accidentes, incapadidad de atenderlos a todos, la figura del profesor como responsable último de todo lo que sucede en el aula, escasez de materiales, ínfimo presupuesto... Yo, por mi parte, me centré en el malestar que toda esta tensión nos supone a los docentes: no damos abasto. Yo, en mi caso, no doy abasto. No puedo. Y es cierto: física y mentalmente estoy agotada. Bajo mínimos. No llego a corregirlo todo a tiempo, enfermo, me frustro, hay mal ambiente entre compañeros (esto lo explicaré más adelante), cada uno va a sobrevivir como puede, y así no se puede trabajar. En ese momento creí estar hablando también en nombre de muchos compañeros de secundaria, y no sólo mío. Espero que así fuera.

Al llegar a la terminal nos preguntó acerca de nuestra situación administrativa: la figura del interino. Ella lamentaba el hecho que tuviéramos que ir de isla en isla, pero nosotros le respondimos que intentamos ver la parte positiva: nuevas experiencias, conocimientos de diversos centros y de diferentes maneras de trabajar... y, sobre todo, tener trabajo. También le dijimos que ambos habíamos estado el curso anterior en el paro. La Consellera nos preguntó qué opinábamos sobre el pacto de estabilidad y sobre el baremo de méritos en la lista, sólo a modo de tener un acercamiento a lo que podemos pensar algunos profesores rasos. Biel apuntó que el hecho de guiarnos sólo por elementos académicos no es ni mucho menos indicativo de la aptitud para la docencia, y yo asentí a su afirmación. Yo planteé el hecho de un análisis de la labor docente, una especie de "auditoría" del profesorado por parte de inspección, no punitiva, sino a modo de guía y de formación. Biel cuestionó su idoneidad, puesto que eso supondría un elemento unilateral de evaluación, lo cual es cierto. Ella nos escuchaba atenta y nos dijo que le gustaría convocar oposiciones, pero que aún no se sabe para qué curso (esta información, queridos docentes, lamentablemente no es nueva).  En este punto Biel se despidió puesto que en la misma terminal B había quedado con una compañera. Ella le respondió con dos besos y yo seguí con ella el camino hacia la salida.

Como me estaba atendiendo de manera extraoficial, no quería incomodarla, así que obvié ciertas cosas que tal vez le hubiera echado en cara, pero no era el momento. Ella me reiteró que sentía mucho el malestar que había entre el profesorado, pero que tiene que velar por todos los componentes del entorno educativo (familias, alumnos...). En ese punto fue cuando comenzamos a hablar de la repercusión de la huelga indefinida. Puso el ejemplo de los alumnos de 2º de bachillerato que se tienen que presentar a selectividad y a eso añadió que, en el caso de nuestra profesión, concurren dos derechos y ambos deben respetarse: el derecho a huelga y el derecho a la educación. Aunque en ese momento ella hubiera sacado su retórica política, en ese momento tenía razón.

La amena charla nos llevó a hablar del papel de nuestros representantes. Yo, particularmente, no me siento representada por asambleas y mucho menos por sindicatos. La Consellera lamentaba que hubiera una cerrazón de miras por parte de estos a la hora de dialogar, y yo, tan de soslayo como pude, le hice ver que cualquier postura absoluta no nos lleva por ningún camino. Ni la de unos, ni la de otros. Fue en ese instante cuando ella me dijo que creía que había miedo entre el profesorado. Y lo hay. ¡Vaya si lo hay! Y viene de por todas partes. Le dije bien claramente que algunos profesores tienen miedo a represalias -políticas y laborales- si hacen huelga, algo que a ella le sorprendió muchísimo. Para ser justos, otros profesores tienen miedo de no hacer huelga por el vacío que puedan sufrir des del colectivo de huelguistas de su centro -que de todo hay en la viña del Señor-.

Sin embargo, también le trasladé que más que miedo (que a priori es una palabra muy fuerte) lo que sí había era mal ambiente, recelo: entre huelguistas y no huelguistas, entre profesores con B2 y profesores sin B2, entre interinos de pacto y de no-pacto. Claramente le dije que así no se puede vivir. La tensión es tanta que se palpa en el ambiente y no permite un desarrollo normal de la labor docente. Ellos ya saben que nos tienen divididos, no me pareció estar precisamente ante una persona ignorante y falta de ideas, sino ante alguien que debe gestionar un conflicto pero que ocupa uno de los bandos, lo que hace prácticamente imposible solucionarlo.

Yo le expliqué que lamentaba todas estas circunstancias: el malestar entre el profesorado, la mayor carga de alumnado y los recortes en puestos de trabajo, la educación de los alumnos, la organización de las familias, que a veces tiene que hacer malabarismos para colocar a los niños los días de huelga, etc. También le dejé claro que sabía cual era mi situación con respecto al estado. Como funcionaria interina sé que estoy de algún modo obligada a cumplir órdenes, pero que como funcionaria civil -interina, en mi caso- también tengo derecho a cuestionarlas, y como trabajadora a pedir mejoras laborales, claro está. En ese momento la parte política de la Sra. Camps se refirió a las elecciones como medio de cambio democrático, y me rendí a la evidencia que ella me mostaba. Si bien tener una mayoría no acredita para soliviantar a todo un colectivo, hay una herramienta que está al alcance de todos para mostrar desacuerdo: el voto. Cierto es.

Aquí acabó nuestro encuentro. Yo creo que de él todos agradecimos algo: Biel poderle hacer llegar el hecho de que hay ciertas asignaturas desprestigiadas y faltas de presupuesto, como el caso de Tecnología en algunos centros; la consellera, que le habláramos con cordialidad y que le hiciéramos llegar dos puntos de vista individuales de profesores rasos, interinos, peones de la educación que hacen llegar a su patrón sus condiciones laborales; y yo... Yo agradecí que me escuchara y que tuviera el valor de, al menos, prestarnos atención  respondernos en la medida en la que le era posible en un entorno informal.

Es cierto que en tan breve conversación muchas son las cosas que quedaron en el tintero (TIL, ley de símbolos, expedientes a directores, menosprecio del catalán, errores a la hora de adjudicar plazas, la reivindicación de un centro nuevo para el CEPA Joan Mir i Mir, etc.), pero creo que el hecho de que nos prestara atención y de que pudiéramos hablar en calma y hasta de manera divertida en algún momento (algo raro en nuestros días) hizo que una aproximación entre dos posturas tan enfrentadas fuera posible. Lo que me apena es que le sorprendiera que dos profesores nos dirigiéramos a ella de manera cordial -que es lo que debería ser siempre-, ya que eso, como colectivo, nos deja a la altura del betún (la misma a la que quedó Joserra al no dirigirnos la palabra, ya se sabe que los extremos opuestos se tocan), pero bien está lo que bien acaba. Mentiría si dijera que fue un encuentro desagradable. Fue una charla tranquila y hasta agradable, sin embargo, mucho es el camino que nos queda aún por recorrer para mejorar la administración educativa y, sobre todo, la calidad de la educación y la adecuación de la misma a TODOS los alumnos del sistema.

sábado, 4 de enero de 2014

O no pongo título, o empiezo a despotricar.

Señoras y señores, odio el CEPA. Esto no es nuevo, lo sé, pero casi que prefería que me hablaran de extraterrestres a pasar el frío inmundo que vengo padeciendo este curso. Desde que acucia el frío todos los martes me pongo mala, y eso provoca que los miércoles y los jueves esté hecha un cuerpo-escombro. Y vosotros os preguntaréis: ¿Por qué los martes? Porque los martes son los días de permanencia y estamos tooooooodos los compañeros en la sala de profesores. Eso ha sido siempre así, pero se ve que este año los termostatos no están ajustados. Y trabajar en una puta casa vieja no ayuda. Y tener una puta mierda estufa eléctrica como toda calefacción tampoco.

De acuerdo. Yo soy friolera. Lo reconozco. En verano me llevo mi rebequita y mi pañuelito y santas pascuas. No hay más. En verano hace calor, y si yo tengo fresquito es MI problema. Lo que no han asumido mis compañeros en que en invierno hace frío. Y en Menorca más. Ergo si ellos en invierno tienen calor, deberían optar por quitarse ropa. No, señores, no digo que tengan que hacer un striptease encima de la mesa de la sala de profesores -bueno, que cada uno haga lo que le dé la gana-; sólo pido que CIERREN LA PUTA PUERTA para evitar corrientes y que NO PAREN LA PUTA ESTUFA. It's so easy!

La excusa de que yo llevo poco abrigo no se la creen ni ellos. Si llevo una camiseta térmica, camiseta o camisa y rebeca o americana, más el pañuelo o la bufanda de rigor y botas de piel con calcetines gruesos sobre medias tupidas y sigo teniendo frío, el problema ya no es mío. Si vosotros, adorables compañeros -y esto no va con sorna, la verdad es que son majos, así que cuesta enfadarse con ellos- tenéis calor y lleváis un puto jersey de lana tejido con tooooooda la lana de 23.554 putas ovejas de la campiña inglesa sobre una camiseta -o dos-, hacéroslo mirar. ¡Quitaros el puto jersey! Repito que no es que quiera ver desnudo a nadie, pero es que es de lógica.

Todo esto no viene por capricho. Dos o tres semanas antes de acabar las clases en diciembre pillé un espantoso e infernal dolor de espalda -probablemente por las corrientes y por el frío (a la humedad estoy acostumbrada, siempre he vivido al lado del mar o de una albufera, así que a otro perro con ese hueso). El dolor acabó por cesar, ¡bendito ibuprofeno!, pero el frío no. La última semana, caí severamente enferma. SEVERAMENTE. Seguí yendo a trabajar porque no estoy como para que me descuenten por días de baja -y para ver si contagiaba a alguien más, todo hay que decirlo; mal de muchos, consuelo de tontos-. Lo que más me repateó fue que se tomaran a coña que yo enfermaba por pasar frío en el CEPA. Ahí no volaron balas y latigazos por culpa de los recortes, que si hubiera habido presupuesto... Jajajaja. Bromas a parte. El martes 17 pillé un frío infernal y a partir del día 18 hasta ahora he estado enferma con una gripe que me ha dejado secuelas.

Empecé con los típicos síntomas del catarro, que para el sábado que tenía que regresar a Mallorca ya había digievolucionado a unas infernales anginas que me molestaban hasta para respirar. Después de un ciclo de mega-antibióticos y de fiebre continua des del día 18 hasta más o menos el 25 o 26, ¡bendito paracetamol!, aún no me había librado de los siempre tan divertidos mocos, que tuvieron a bien abandonar mi cuerpo para el día 30, más o menos, después de 12 días de mega-mucolítico y espráis nasales. Y no, el moco no estaba en el pecho, sino debajo de los ojos. ¡Es súper-híper-mega divertido! ¡No os lo imagináis! ¿Os creéis que aquí acaba la cosa? ¡No! La otitis se hizo más fuerte, ya que el mega-antibiótico no dio abasto entre anginas y todo lo demás, y decidió especializarse. Y mis bacterias también. Ni os imagináis lo que eran las palpitaciones en el oído derecho. Uuuuuna cosa...

Así que ya me tenéis el día 30 yendo a suplicar una visita a mi médico de cabecera. Mi médico es el puto amo. Me encanta. No se anda con chiquitas ni con rodeos. Después de poder conseguir un otoscopio decente para examinarme -ya sabéis que la sanidad pública nada en la abundancia- confirmó sus sospechas: "Niña, tienes una otitis de mil pares de cojones". Esto no sería tan grave si no hubiera tenido otitis recurrentes desde los dos años, diferentes perforaciones y fisuras en el tímpano y una retracción timpánica. Y mira que me cuido, eh, pero lo que más rabia me da es estar mala por culpa de otros. Bueno, a lo que iba, pues que me mandó oooootro ciclo de antibióticos, que son otro tipo de mega-antibióticos, porque los anteriores, pese a ser también mega, se ve que no lo eran lo suficiente, y unas gotas también con antibiótico. Y aquí estamos. Sobrevivo. Igual no os importa, pero os lo digo. :D

Haced cuentas de los días que llevo mala. Desde que cumplí 28, el 18 de diciembre, estoy enferma. Y no, no es que me vuelva vieja (porque soy la más joven del claustro, bien que se acuerdan de ello cuando hay que hacer actas), es que mis compañeros me quieren matar. Lo he descubierto. Durante los últimos días, ya siendo un moco febril andante, les dije que, con todo el dolor de mi corazón, prefería que los que estuvieran malos fueran ellos y no yo -para qué vamos a ser tontos-, porque yo ya llevaba un par de rachas de esas en las que no remontas. No acabó aquí la cosa. Una compañera tuvo a bien soltarme que eso era ser "poco solidaria". A tus huevos morenos. ¿Perdona? ¿De solidaridad me habláis? ¿Y donde está vuestra solidaridad cuando hace frío y hay corrientes en la sala de profesores? ¿Dónde está cuando me veis mala y aún así me miráis mal por encender la estufita eléctrica y ponerla a tope? ¿Dónde está cuando tengo que venir con más jerseis de casa y me veo obligada a trabajar de manera aparatosa? Lo he decidido. Os adoro, pero esto es la guerra. Antes pilláis vosotros el sarampión que yo otra gripe/catarro/dolor de espalda. Por si alguno de vosotros lee esto, aquí debajo os dejo un pacto de no-agresión. Creo que os conviene, porque si por algo soy conocida es por ser muuuuy pertinaz.

BREVE PACTO DE NO AGRESIÓN A CUENTAS DE LA TEMPERATURA EN LA SALA DE PROFESORES DEL CEPA:

1. En el clima mediterráneo en primavera-verano hace calor -no entraremos ahora en las excepciones porque podemos llegar a las manos-. :D
2. Yo llevaré rebeca y pañuelo a partir de mayo-junio para que podáis abrir las ventanas de par en par y poner el ventilador al máximo, que sé que os mola como se mueve.
3. En el clima mediterráneo en otoño-invierno hace frío (mirad lo de las excepciones del punto 1).
4. Si tenéis calor, quitaros ropa. Bajo ningún concepto dejéis la puerta abierta ni apaguéis la estufa. No es broma. Si lo hacéis moriréis entre terribles sufrimientos. A mí quien me la hace la paga. Tarde o temprano, pero me la paga (¡bendito karma!).
         4.1. En serio, cerrad la puta puerta, que semblau d'Aló!
5. Los cuatro puntos anteriores se pueden resumir en el "método cebolla". Si trabajas en una casa vieja y mal acondicionada lo mejor es ir vestido a capas, para evitar pasar frío o calor. No hay más. Yo no puedo trabajar con el abrigo puesto. Me niego.
6. Puedo prescindir de los cinco puntos anteriores si alguien consigue que nos pongan por las tardes en un instituto con calefacción, en un solo centro, sin desplazamientos. Os doy de margen hasta el 20 de enero. Se permite el secuestro de la consellera, aunque no sé si pagarían mucho por su rescate...


Por cierto, aún conservo los oídos. La garganta me ha quedado afectada, y la sensibilidad auditiva también. Lo de que prefiero que enferméis vosotros a volver a caer yo otra vez va en serio. Lo siento. Es cuestión de supervivencia.