martes, 26 de enero de 2016

De cómo La Rancia dejó de serlo - pero sólo un poco. ;)

Como ya os dije en el post anterior, a principio de curso mis alumnos me tienen por una rancia de cuidado, alguien en cuyas clases el comportamiento debe ser impecable y a quien se debe prestar atención y obedecer. Fair enough. Siempre he creído que antes que la enseñanza de conocimientos vienen el orden, la disciplina y los valores, sobre todo los valores. La única manera de que un alumno aprenda es con disciplina, y no os alarméis, la disciplina no tiene por qué ser la que siempre vemos en las películas. Disciplina es autogestión, capacidad de mantener un orden en clase, respeto a los compañeros, respeto a los profesores, etc.

La disciplina también implica un alto sentido de la justicia. No hay cosa que los adolescentes valoren más que la justicia. Si bien el orden y la disciplina son las primeras bases a sentar, éstas se mantienen con los hechos de quien tienen enfrente. Os pongo algunos ejemplos:
  • informarles exactamente de qué entra al examen y de qué tipo de ejercicios se les plantearán (ya sabéis que los exámenes son ese monstruo temido por todos ellos); 
  • afearles las malas conductas pero ALABARLES LAS BUENAS, y hacerlo todo públicamente, especialmente lo segundo (no os podéis imaginar el orgullo que sienten); 
  • permitirles que comiencen los deberes en clase y procurar que la carga en casa no supere los 15 o 20 minutos (según las semanas); 
  • relacionado con lo anterior, si unos deberes son muy largos, darlos de una semana para otra y no poner nada más entre medias (así generalmente todos realizan su labor); 
  • mediar en conflictos fácilmente solucionables si se atajan al momento y se trabajan en clase; 
  • buscar alternativas a todos los alumnos para que su aprendizaje sea el que mejor se adapta a ellos.

Fuente: La Profe Raquel

Y como lo anterior, tantas otras cosas. Qué queréis que os diga, igual suena a maripurismo del bueno, pero que una nena me venga y me diga que necesita llamar a casa porque le ha venido la regla y necesita cambiarse o que le traigan medicación (en el centro no podemos suministrársela), me hace ver que confían en mí. Que un chaval (de diez) me cuente que está apurado con todo lo del instituto y que necesita tiempo para él y para poner la mente en blanco me llena de orgullo, al ver que me consideran un puntal de su educación, alguien en quien confiar. Que varios alumnos muestren la libertad de decirme que no han realizado los deberes porque preferían dormir ya que estaban cansados me hace ver que no me tienen miedo -aunque algunos compañeros míos lo crean-; lo mismo sucede cuando un chico me pide que le repita algo y me suelta, tan alegremente y tan tranquilo: "profe, es que me he empanao y no te estaba escuchando". Cuando un alumno te explica las cosas tal y como son, va de frente y muestra su valentía porque sabe que no hay nada que temer es porque tal vez, y sólo tal vez, algo esté funcionando dentro de la educación.

Los alumnos quieren disciplina, la exigen, un día de clase distendida y de reír está bien, pero cuando eso se repite día a día la cosa se desmadra y hacer volver las ovejas al redil es algo prácticamente imposible. A partir del orden y del respeto (aunque éste sea forzado al principio, no lo niego) es como se afianzan los valores y los conocimientos. Quien diga lo contrario miente como un bellaco. O tiene mucha suerte. Aunque para suerte, de momento, la mía. ¿Acaso hay premio mejor que el cariño y la confianza de tus alumnos?

Ay... lo voy a dejar, que me estoy poniendo demasiado sentimental. Malditas hormonas... Ya no soy lo que era. Jajajajaja. A decir verdad, también tengo algún que otro chiquimonster que me odia, pero también estoy orgullosísima de ellos. ;)

lunes, 25 de enero de 2016

La Rancia

Cuando comienza el curso los alumnos me catalogan (o apodan, como prefiráis) como "La Rancia". Los que me conocen y saben cómo trabajo no dudarán en saber cuáles son las razones de semejante nombre... digamos que "afectuoso" por parte de mis chiquimonsters.

Al principio comienzo mis clases de una manera rígida, tratándoles de usted y obligándoles a que me traten a mí de la misma manera. Si alguno se descuida, las dos respuestas existentes son, cuanto menos, cortantes:

Respuesta Rancia: ¿Mande?
Respuesta Muy Rancia: No me apee el tratamiento, que usted y yo no hemos compartido habichuelas.

Las habichuelas de los interneses de los gúgels.

Caso a parte es lo que me ha pasado este año con un alumno de 2º A de Santanyí, que, ni corto ni perezoso, me soltó: "Mestra, què són 'habichuelas'?" Y claro, ante semejante pregunta a una sólo le queda la opción de contener una enorme carcajada y responder todo lo tranquila que puedo "fesols o mongetes", ante la mirada de satisfacción de ese alumno, ese preciso alumno que te sonríe porque, vete tú a saber por qué, le hace una gracia inmensa que los trates de usted. Ese preciso alumno, incisivo sin saberlo, que te dice: "Pero profe, si TÚ parece que tienes sólo 35 años", cuando todavía no había cumplido los 30.

Mucha gente puede pensar que esto es algo antiguo, casposo, rancio, "que no fomenta la cercanía entre alumno y profesor" y mil chorradas más. Mucha cercanía tenía que fomentar esa situación para que no sólo preguntara una duda lingüística con total libertad, sino para que también se atreviera a envejecerme varios años. Eso sí, con una sonrisa.

Si os sirve de consuelo, La Rancia ahora ya les tutea, y ellos a mí. No en vano, el primer trimestre es de tanteo, y en el segundo podemos empezar las amistades. ;)

Mañana, un nuevo post acerca de cómo La Rancia dejó de serlo. ;)

martes, 19 de enero de 2016

De lo políticamente correcto.

Hoy me he hecho eco de la polémica en la que se ha visto involucrado Íker Jiménez a cuentas de "la otra censura". Podéis encontrar más información y el vídeo en cuestión aquí.

A menudo dentro del mundo de la educación me encuentro con compañeros que se erigen en adalides de la libertad de expresión pero que no aceptan más expresión que la suya. Es decir: hay libertad de expresión mientras se piense como ellos. Se han convertido, pues, en todo aquello a lo que critican.

Parece que en los últimos tiempos hasta a los Estados les está afectado esta "otra censura", la ley de "lo políticamente correcto". ¿Acaso no estaremos cayendo en una oscura trampa? Corremos el riesgo de caer en el extremo opuesto de lo que se persigue. Se pretende no crear alarma social al no difundir ciertas noticias. Lo peor de todo es que la alarma social se acaba produciendo no por las noticias en sí, sino porque no se hayan difundido. Algo muy grave y oscuro tiene que estar ocurriendo en el mundo para que esto sea así.

Solamente puedes expresar "lo políticamente correcto". Si te atreves a decir la verdad, a abogar por la libertad de prensa y a explicar los hechos tal y como son, sin complejos, de lo mínimo que te van a tildar es de fascista. Y así nos luce el pelo.

La censura es mala. La otra censura es aún peor, pues quiere venir disfrazada de bondad y tolerancia, pero esconde algo muy siniestro bajo la falsa premisa de no querer crear alarma social. No vayamos a salirnos del rebaño por decir la verdad, por dura o cruel que sea. No vayamos a predicar aquello en lo que no creemos. No vayamos a caer en la trampa de lo mismo que criticamos. No vayamos a ser pánfilos por no decir la verdad porque, mira, pues porque no queda bien.

Ahí la tenéis, tan perversa, tan siniestra, tan oscura: la otra censura.


viernes, 8 de enero de 2016

Libertad de expresión, educación y convivencia. O la falta de las tres.

Hoy ha salido a la palestra una noticia que en los últimos días ya ha sido la comidilla de todos los sectores educativos de las Islas Baleares: El vídeo de "Soy maricón" evaluado con un 9 por parte de una profesora de bachillerato artístico.
Os dejo la noticia de La Sexta, en la que podéis ver el vídeo completo.

La primera vez que vi el vídeo me pareció gracioso y sólo vi en él a un niñato con pretensiones de ser Aless Gibaja, y no vi más del 30 o 40 segundos. Cuando supe que el vídeo se enmarcaba dentro de una asignatura del bachillerato artístico de un centro público de Baleares, y que le habían puesto un 9, pensé varias cosas:

1. Artísticamente probablemente esté muy bien montado y sea muy original. No dudo de ello.

2. La pega que le veo es que, como docentes, además del espíritu crítico, debemos fomentar el respeto a TODOS los colectivos y, además, también tenemos que procurar que nuestros alumnos usen el lenguaje de manera positiva y no ofensiva, algo que, a todas luces, no ocurre en este vídeo (aunque sí, reconozco que, precisamente por lo irreverente, me hace muchísima gracia).

2.1. Luego queremos comisiones de convivencia y hablamos de tolerancia, respeto a la diversidad (sexual, religiosa...), empatía... Aquí no lo veo. Artísticamente el vídeo será buenísimo y es muy original. Hablando en términos de educación, el producto es bastante discutible. Y sí, el arte pretende provocar (y vaya si lo consigue), pero se trata de un trabajo en un marco educativo, y por esto mismo me cojea.

 3. Si yo hubiera sido la profesora, probablemente le hubiera puesto muy buena nota del montaje y del fondo del mensaje, pero no creo que le hubiera aprobado la parte que hiciera referencia a los medios usados para transmitirlo. Una vez más, me parece que usar insultos y demás, así como atacar a la Iglesia -o a quien sea-, no es algo educativamente válido.

3.1. Creo que, como docentes, nuestro trabajo es ayudar a nuestros alumnos a que transmitan su mensaje con respeto a todo el mundo. Si yo hubiera sido la profesora afectada, seguramente le hubiera aprobado el vídeo -o no-, pero le hubiera pedido que lo repitiera con un lenguaje menos soez y menos ofensivo.

 4. Siendo éste mi punto de vista, creo que es exagerado que se pida la apertura de un expediente disciplinario a la profesora por el 9 a este alumno, aunque esa nota me parezca una barbaridad para un vídeo que no es positivo dentro de un entorno escolar. Mucho menos el expediente tendría que ir a dirección. Eso sí, probablemente este caso sirva para que, en un futuro, se fije en los criterios de evaluación del departamento en cuestión que el lenguaje no apropiado o las faltas de respeto a cualquier colectivo invalidarán el trabajo y el alumno tendrá que elaborar un nuevo proyecto acorde con las normas de convivencia del centro.

Si bien es cierto que históricamente la Iglesia no ha obrado precisamente bien con muchos grupos, tampoco me parece esto un motivo como para que ahora sea objeto de tal falta de respeto. Si empezamos ojo por ojo, acabaremos todos tuertos. Seguramente tanto la profesora como el alumno se acojan a la libertad de expresión para justificar este proyecto, y me parece muy bien, pero no comparto su punto de vista acerca de lo que es "aceptable" o no en dicha libertad de expresión.

Un apunte más, para acabar, y abriendo la caja de los truenos. ¿Y si en vez de a la Iglesia Católica, este vídeo hubiera ido dirigido a la fe islámica? Ahí lo dejo.