domingo, 30 de noviembre de 2014

Aún hay gente buena

A veces recobro mi fe en la humanidad. Son pocas veces, pero ocurren. Os pondré un ejemplo. El otro día iba por la calle y empecé a sentirme mal (a veces me pasa), comencé a tener sudores fríos, a tener la vista nublada, etc., hasta que perdí el equilibro y caí semiinconsciente. Afortunadamente una señora que pasaba se preocupó por mí y me ayudó a llamar a un taxi para regresar a casa, mientras otro señor fue a por una botellita de agua. Sinceramente, pese a que estaba malísima y a duras penas podía tenerme en pie, sus actos me conmovieron.

¿Pero me conmovió la situación en sí? Realmente no, lo que me conmovió fue compararla con la última vez que esto me sucedió fuera de casa. Me pasó en Palma, en la estación de autobuses. Notaba que iba a quedarme inconsciente y me tumbé en uno de esos gélidos bancos metálicos, con el bolso debajo de la cabeza para evitar que me robaran. En más o menos media hora, nadie, nadie, ni los de seguridad, se acercaron a preguntarme siquiera como estaba, y eso que el flujo de gente era continuo. En Alcudia, sin embargo, fue diferente. Pese a ser un pueblo grande y eminentemente turístico, las dos personas que pasaron se pararon a ayudarme. No sé quiénes son, casi no recuerdo sus caras, pero si algún día se reconocen leyendo la historia de este post, vaya para ellos mi más sincero agradecimiento; para ellos, y para todas las personas que ayudan al prójimo desinteresadamente.

2 comentarios:

  1. La estación intermodal, el metro, el tren y el transporte público mallorquín en general pertenecen al lado oscuro. Están gestionados por Lucifer, origen de todos los males.

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    1. Tienes toda la razón, lo que ocurre es que yo a veces soy un poco ingenua. ¡Mil gracias por comentar!

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