domingo, 2 de noviembre de 2014

"¿Y esto cómo se hace, Mestra?"

¿Os he dicho que este año he vuelto a disfrutar de mi trabajo? La verdad que en mi nuevo centro no sólo me siento querida -y hasta mimada- por todos mis compañeros, sino que además tengo unos alumnos maravillosos (ojo, ¡el año pasado mis alumnos también fueron fabulosos!). Trabajo en un pueblo eminentemente agrícola del Pla de Mallorca, cuyo CEPA aglutina otra decena de pueblos de características similares. Así pues, mis alumnos son muchas veces personas del campo y/o de la construcción que en su época abandonaron los estudios ante un futuro que se les prometía estable y con un sueldo más que suficiente y que ahora no es para nada halagüeño.

Para mí, que también me he criado en un entorno rural, esto es un bálsamo. Un lugar cuyas características me resultan familiares, unos alumnos con quienes comparto un mismo contexto, unos compañeros que disfrutan de las bondades de la vida retirada, que diría Fray Luis. Lo mejor de todo es que, pese a que algunos sí son de lengua materna castellana, el 90% son hablantes nativos de catalán, y esto, a mí, freak de las lenguas como soy, me fascina. No sólo me fascina que intenten esforzarse por pronunciar mejor en castellano (ya les he dicho que tampoco hace mucha falta, que hay ciertos rasgos que son distintivos del castellano de Baleares) y por evitar errores de la lengua coloquial, sino que muchos de ellos me llaman a la voz de "Mestra".

Aquí tengo la suerte y el placer de trabajar.

En los pueblos, las figuras de autoridad moral y académica desde antaño han sido el cura, el médico, el alcalde y el maestro (o profesor, lo mismo me da, docente a fin de cuentas). Si bien en los tiempos que corren la religión anda de capa caída y los políticos se ven salpicados por incontables tramas de corrupción, esas figuras de referencia se ven reducidas sólo a dos: el médico y el maestro. ¡Menuda responsabilidad! A nuestros gremios ocupa la tarea no sólo de mejorar como profesionales y de atender mejor a nuestros pacientes/alumnos - y a veces pacientes alumnos ;) -, sino la gran carga de no defraudarlos. Un alumno al que defraudamos es un alumno perdido. No hay más. Un alumno al que no escuchamos es un alumno que no querrá venir a nuestras clases. Ahí radica la importancia de nuestro trabajo.

Cada vez que cruzo la calle y oigo ese rudo y fuerte "Mestra" por parte de un chico de 30 años o, por contra, esa dulce voz de la chica de 17 años que se ha dado cuenta de que quiere seguir estudiando y no falta ni a una sola clase, qué queréis que os diga, a mí interiormente se me saltan las lágrimas. Son lágrimas de felicidad, de alegría por sentirme valorada y porque se reconoce mi trabajo, porque sé que esas voces pertenecen a personas con un corazón tan grande que no les cabe en el pecho, tan buenas y tan honestas que te sueltan "no he estudiado porque me ha dado pereza". ¿No os parece fabuloso? ¿No os resulta fascinante encontrar a personas tan buenas y tan transparentes en los tiempos que corren?

La verdad es que creo que este curso no sólo me ha tocado la lotería por haber obtenido una vacante en Mallorca, por una media jornada que me permite cuidar de mi salud (que tan maltrecha quedó el curso pasado por culpa de personas poco profesionales y con pocos escrúpulos), por el hecho de que me haya tocado un pueblo y por tener un equipo directivo que me ha confeccionado un horario maravilloso y que se portan conmigo, y con todos los profesores -recordad que yo soy el último mono interino-, de manera excepcional.  No sólo me ha tocado la lotería por eso, sino porque este año vuelvo a disfrutar de trabajar, de ir a clase, de hablar con mis alumnos, sean los de 3º, los de Acceso a Grado Superior o los del módulo de inglés; incluso disfruto de la hora de habilidades orales con los alumnos magrebíes de español para extranjeros - alfabetización. De ellos os hablaré otro día, porque hay un grupo de señores de unos 50 años que son la monda y con los que me río mucho. ¡No sabéis la de juego que da la distinción de vocales!

Pero, sin duda, lo mejor de todo es cuando algún alumno de 3º o de ACFGS me interrumpe, con su carita de no haber roto nunca un plato, con la frase que más me gusta: "¿Y esto cómo se hace, Mestra?".

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Otro día os hablaré de que mi sueño imposible siempre ha sido trabajar en una escuela rural unitaria, de esas con uno o dos maestros/profesores para toda la enseñanza, aunque con nuestro modelo educativo...

4 comentarios:

  1. Hoy que estaba buscando un poco de motivación para mi estudio... en este post he encontrado un buen chute! Que no se me olvide soñar con mi escuela ideal...

    Lucía

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    1. ¡Gracias por tu comentario! Y sí, aunque cueste, debemos procurar que nunca se nos olviden nuestros sueños ;) ¡Un besito!

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  2. jaume vidal forteza7 de diciembre de 2014, 7:03

    jo hi vaig fer feina el curs 2003-2004, i en tenc molt bons records

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    1. A jo em sembla un lloc ideal per fer feina: bon centre, bona directiva, bons companys, bons alumnes... Ho té tot! Ara bé, mentiria si no digués que enyor fer feina amb adolescents! Pensant-ho millor, també n'hi tenim algun, de rebotat d'institut! :D Gràcies pel teu comentari!

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