Me quedan menos de quince días aquí, y los pienso disfrutar como si no hubiera mañana, como si fuera lo último que fuera a hacer en la vida. La vida del profesor (y más si es interino, como podéis ver en este post) empieza en septiembre -con suerte- y acaba en junio. Ése es nuestro año. Las vacaciones -o el paro, en mi caso- son un extenso período de tiempo que se aprovecha para hacer miles de cosas.
A mí no es que las vacaciones se me hagan excesivamente largas, pero necesito rutinas. Las necesito como dormir o comer cada día. Reconozco que 15 días o un mes no están mal, pero más... En cualquier caso, sería imposible meter a 30 nenes hormonados en un aula en pleno mes de julio o agosto. Sería una sauna infernal. Es lo que tiene el clima mediterráneo. Para que la espera de la llamada de la Conselleria no se me haga excesivamente larga, en agosto me voy 15 días a Manchester, hazaña que ya os iré contando.
Mientras tanto, me da cierta penica acabar este curso, dejar Menorca, dejar de ver a mis nuevos amigos por caprichos del destino (Oh fortuna, velut luna), aunque por otra parte también tengo ganas de regresar a casa y estar cerca de los míos. La sensación de desazón que esta situación me crea es totalmente desalentadora. ¿Cómo decidir entre dos cosas buenas? ¿Cómo apartar algo bueno? En cualquier caso, la consejería ya se encarga de ello...
El poblado talayótico de Trepucó está al lado del instituto. ¿Cuántos centros pueden gozar de ese lujo? |
Bueno, queridos lectores, una vez que ya he "vomitado" todo este lío mental que tengo y puestas de manifiesto las ganas de seguir pasándomelo bien hasta el día 29 a las 20'35 (Air Nostrum mediante), "sus dejo", que me voy a comprar para preparar la cenica de esta noche en Ciutadella. Avui vetlarem es be i demà anirem a nes Primer Toc de Flabiol des Diumenge des Be. Lo siento. Esto es intraducible. Ya os iré contando cómo hemos acabado.
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