Y sí, qué os voy a contar, le he cogido cariño a cierta alumna rebelde de 3º C. Como mi metro y medio y mi acné hacen que no imponga físicamente a nadie (eso mis compañeros de 1'80 de Educación Física ya lo tienen ganado), suelo comenzar el contacto con los alumnos tratándolos de usted. Lejos de lo que la gente se piensa, no lo hago para intimidarlos, sino para que aprendan que, en un contexto formal como es la educación, el trato con la forma de respeto se hace necesario. Otra cosa es que promulguemos el "jipismo" y la igualdad de roles y haya quienes ya de entrada los traten de "tú"; me parece perfecto, pero quien me conoce sabe que no es mi estilo. Además, no tolero ciertas actitudes, puesto que creo que es más importante sentarse bien, prestar atención, ser educado, no interrumpir haciendo gracias y hablar bien que saber qué es el sintagma nominal y todos los santos que lo acompañan.
No me negaréis que eso, el primer día de curso, a nenes de 15 añitos, les llega como algo extraño, exótico, desfasado... Como bien me dijo una maestra de 64 años, durante el primer trimestre no te pueden ver sonreír, y eso hice, eso hago y eso seguiré haciendo, porque a ella le funcionó durante toda su vida en activo y a mí me ha funcionado también, así que no vamos a cambiarlo. Y claro, así una se gana una fama de Dobberman o Rotweiler que da miedo. Da miedo, sí, pero a la vez confianza, porque la sensación de justicia que eso infunde es muy amplia. Muchos fueron los suspensos que se repartieron en esa clase en el primer trimestre, pero nadie, ningún alumno se quejó, todos sabían cuál era la nota que merecían, y esa misma fue la que figuró en los boletines.
¿Cómo te enfrentas a una clase desmoralizada por las notas? Pues con cariño. Todos lo sabéis, no hay otro secreto, aunque es cierto que, después de un trimestre de peleas, batallas, combates de boxeo y lucha libre en clase, se hace difícil ser condescendiente. Mi sorpresa llegó cuando, tras las palabras alabando sus cualidades individuales y su gran potencial -en algunos casos ciertas, en otros no tanto-, una alumna cuyo cambio a mejor ha sido fundamental en su evolución como persona te dice: "Profe, tú en el fondo eres buena".
¡Oh, peligro, ya han visto mis puntos débiles! Eso fue lo primero que pensé, pero bueno, también está bien que vean que sus profesores son seres humanos, no seres del infierno que los tienen ahí sentados siete horas diarias para torturarlos. A esa frase se sumaron otras del tipo "Tú nos suspendes, pero al menos nos das ánimos y nos dices cosas bonitas" o "Profe, enróllate y ponme un cinco, que si no me voy a pasar todas las vacaciones sin salir. Yo sé que no me lo merezco, pero qué te cuesta..." Y claro, ahí es donde ves que esas fierecillas, al igual que tú, en el fondo, también son buenas, también tienen su corazoncito, empatizan contigo y, por qué no decirlo, parece que hasta empiezan a quererte.
Al salir de clase y llegar a casa sigues pensando en lo que ha ocurrido a lo largo del día, en lo bueno y en lo malo, y en cómo un sólo momento bueno hace que se te olviden otros cien que no lo han sido tanto. Entonces reflexionas y te dices a ti misma: "Por momentos como éste, por frases como ésta y por alumnos tan
¡Disfrutad de los nenes!
Estic d'acord¡¡¡ Al final, se'ls agafa estima i tot (evidentment sempre hi ha excepcions¡¡¡)
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