martes, 31 de enero de 2012

La profe tiene mamá

Sï, ya sé que esto es una evidencia biológica, pero a muchos alumnos les cuesta creer que no somos seres del infierno y que hemos llegado a la vida por procedimientos más o menos naturales. Este jueves, Dios mediante, con el permiso de la autoridad competente, y si la meteorología y Air Nostrum no lo impiden, va a llegar mi madre a hacerme la primera visita del curso.

Vale que lleve tiempo encadenando resfriados y esté un poco mimosa, pero la verdad es que me apetece mucho que venga. Cuando uno no tiene cerca lo que quiere es cuando más lo aprecia, por mucho que hablemos una o dos veces al día.

Se me antoja difícil dirigirme a algunos padres cuyos hijos son un poco "piezas", porque nadie quiere oír nada malo de sus retoños. Yo no tengo hijos, pero no me resulta difícil entender su postura. Es en esos momentos en los que tienes que hacer acopio de profesionalidad y de experiencias vitales, recordar qué quería oír tu madre y cómo y qué no, siempre ciñéndonos a los hechos y a la verdad.

Siempre he dicho que, con su carácter -para lo bueno y para lo malo-, si mi madre trabajara en un instituto éste tendría conflictividad cero. Tal vez porque le tocó lidiar con dos adolescentes más que difíciles -mi hermano y yo- y debo decir que, con las características de cada uno, creo que aprobó esa etapa con un notable.

¿Por qué no le pongo el excelente? Algunos os contestarían con frases como "la perfección no existe" y borderías similares. Mi madre, como cualquier progenitor, también se equivocó. Un padre o una madre tiene el derecho y el deber de equivocarse en la educación de sus hijos. Entra de lo natural, de lo sano, de lo antropológico, de lo social... Es precisamente este apartado el que ha hecho de mi hermano y de mí, con todos nuestros defectos y nuestras virtudes, dos buenas personas (o al menos ésa es la sensación que yo tengo, me siento bien siendo quien soy). Si mi madre hubiera sido "excelente" tal vez hoy en día nosotros seríamos monstruos desalmados cuya vida ha pasado por la faz de la tierra sin pena ni gloria para sus semejantes. A mí me han enseñado que eso no debe ser así, y suelo confiar mucho en las enseñanzas que me ha dado mi madre (básicamente porque nunca me han fallado).

Si mi madre no se hubiera equivocado, nosotros tampoco hubiéramos aprendido la importancia del error y lo importante que es éste para aprender y evolucionar. Errar es de humanos, y estoy segura de que precisamente ésa era la intención de Mamá: hacernos humanos a lo largo de nuestro crecimiento, de una manera o de otra, por un camino o por otro. Mi madre -y la mayoría de madres en general- nos quiso (y nos quiere) muchísimo, y precisamente por ello nos hizo ver lo bueno de la vida, pero también lo malo, y eso es lo mejor que pudo hacer: enseñarnos a disfrutar, pero también a sobreponernos al sufrimiento, puesto que éste forma parte de la vida.

No voy a decir nada malo de mi madre, porque en eso podría ser usado en mi contra, ya que tenemos el mismo carácter y somos igual de tozudas. Y es precisamente esa cabezonería la que nos ha ayudado a solucionar los problemas con mayor o menor éxito, a aprender de los errores, a querernos.

Por todo ello, Mami, no hace falta que te diga que te quiero, en primer lugar porque lo sabes, y en segundo lugar porque el cariñoso de la familia es Miguelito. Lo que sí haré siempre es defenderte a capa y espada, pelearme contigo, compartir compras y tardes de camilla, pelearnos (esto creo que ya lo había dicho, pero es que es muy importante xD)... pero sobre todo, lo que siempre haré será apoyarte en todo lo que emprendas y en todas las situaciones en las que lo necesito, puesto que eso es lo que tú hiciste conmigo y lo que me enseñaste a hacer aunque se tratara de una causa perdida (como estudiar Filología).

Para mí eres la mejor madre del mundo, como cada mamá lo será para sus hijos, pero lo que a mí me importa es que TÚ eres mi madre, y con eso me basta. Creo que jamás te llegarás a imaginar el sosiego que da saber que alguien siempre te querrá y siempre estará ahí, en casa, esperándote cuando llegan las Navidades, o al otro lado del teléfono, con la voz quebrada por la añoranza y la nostalgia.



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