domingo, 5 de febrero de 2012

La formación de un profesor

Lejos de querer ser este un escrito exhaustivo, sólo me voy a dedicar a hacer un esbozo de lo que supone formar y formarse como profesor (o profesora, no se me enfaden las del Club de la Vagina). No es ninguna novedad que la profesión docente no pasa por sus mejores épocas, ¿pero nos hallamos ya ante los estertores del profesorado entregado tal y como lo conocemos hoy en día? Me temo, amigos, que esa pregunta quedará en el tintero hasta que el tiempo decida.

Pero no nos alejemos del asunto que nos incumbe: la formación de un docente. Sé que voy a decepcionar a muchos, pero tengo que decirlo: yo ya soy de la generación ESO -y no he salido mal del todo, ¡oiga!-, así que después de finalizar la ESO viene el momento en el que tienes que decidir qué vas a hacer con tu vida, puesto que en mi época eso de ser NI-NI no existía (eso vino unos cuatro o cinco años después); pues bien, contempladas todas las salidas, no me fijé en los estudios, sino en qué profesión me gustaría desempeñar durante toda mi vida. Había dos candidaturas fijas: enfermería y profesora de lenguas en secundaria. La siguiente pregunta es obvia: ¿Qué hay que hacer para llegar a ello?

Desde el centro concertado en el que estudiaba me dirigían al bachillerato de ciencias sociales (mixto), con el que no podía acceder a ninguna de las dos cosas. Hubo un momento en el que no sabía si quienes me orientaban eran gilipollas no tenían en cuenta mis gustos o si sólo deseaban que se hiciera su voluntad. Aún tenía tiempo para pensarlo y mi madre, como sabe que soy cabezota, me dijo que hiciera lo que me diera la gana, que probara lo que me gustaba, y que si me daba de bruces, ése también era mi problema, viene todo incluido: lo bueno y lo malo.

Yo me preguntaba por qué me mandaban a un bachillerato que tenía matemáticas y economía si precisamente eso era lo que se me daba mal. Para hacer eso, y si total tenía que hacer matemáticas sí o sí (soy "buena" en cálculo, pero pésima en lógica), prefería ir a ciencias de la salud y hacer biología, CTMA, química... Yo creo que en unos tres o cuatro años hubiera acabado el bachillerato de ciencias, pero no me daba la gana esperar tanto, así que de las dos candidaturas sólo quedaba una: profesora de secundaria. Tenía claro que quería trabajar con gente y en un entorno, si bien estable, cambiante periódicamente.

Una vez puesta la crucecita en el bachillerato de humanidades (letras puras), si me iba bien, tenía dos años por delante para decidir qué carrera quería estudiar. Durante esa época empezó a hacerme tilín Traducción e Interpretación, pero quedó descartada por falta de fondos para estudiar fuera. Así pues, comencé a disfrutar del castellano, del catalán, del inglés, del alemán, del latín, del griego, de la filosofía y su historia, de la historia del arte, de la historia universal y de España... Fue una época muy difícil en lo personal, pero estudiar en un instituto público fue lo mejor que me pudo haber pasado. Si guardo buenos recuerdos de esa época es precisamente por el IES Sa Pobla - Can Peu Blanc.


Una vez acabado el bachillerato -creo que en mi vida he estudiado tanto como en 2º de bachillerato- y pasada la selectividad más que con holgura -la selectividad fue un paseo plácido, comparada con el curso que la precedió-, llegó ya definitivamente el momento de elegir. Para hacer honor a la verdad, mucho tuvieron que ver en mi elección mis profesores. Aunque todos era fabulosos y maravillosos, opté por estudiar Filología Hispánica. Esa vocación me vino de ver a profesoras como Francisca Herrera o Carmina Monero disfrutar con todas y cada una de sus clases, y se reafirmó con el tesón de sus compañeros de otras materias. 

Tras este periplo yo no era consciente de que tenía aún por delante cinco largos años de licenciatura. Y mucho menos consciente era de que tenía que hacer el CAP, pero de esto os hablare luego. Me matriculé, pues, en Filología Hispánica y afortunadamente aún estudié con el "plan antiguo", así que obtuve mi licenciatura en 2008 después de 5 años que, si bien llevé curso por curso, entre tercero y cuarto se me empezaron a hacer eternos. Durante mi paso por la universidad tuve a los mejores profesores que jamás hube podido imaginar, no sólo porque ya son buenos en sí, sino porque la dedicación exclusiva que recibí de ellos me hizo aprender cada día más y disfrutar página a página con mis estudios. Si otra cosa aprendí de ellos fue a amar la universidad, a querer y respetar a la UIB, y a no permitir que nunca nadie nos desprestigie. No fui consciente de ello hasta que lo pude comprobar años después.

Recuerdo con mucho cariño a mis profesoras de latín, las doctoras Maria Antònia Fornés i M. Carme Bosch, y a la Dra. Romera, de Sociolingüística y Dialectología, y al Dr. Enrique-Arias, de Historia de la Lengua, y al Dr. García, de Fonética, y al Dr. Roig, de Sintaxis, y a los doctores Cuadrado, Payeras, Díaz de Castro, del Olmo y Servera, de Literatura. Y si de alguno de ellos me olvido, sepa que es por falta de memoria, y no de cariño, puesto que para mí estos maravillosos profesionales siempre serán Maria Antònia, Dona Maria del Carme, Magdalena, Andrés, Aitor, Tià, Perfe, Maripé, Paco, Almudena, Pep... y tantos otros con cuyas clases disfruté. 


Durante mis años de carrera me harté de oír que lo que estudiaba no servía para nada. Me daba mucha rabia oír eso, especialmente porque venía de gente que ni siquiera tenía la secundaria obligatoria, ya sabéis eso de "Consejos vendo que para mí no tengo". Yo sabía para qué servían mis estudios perfectamente: para ser profesora de secundaria. No os voy a negar que entre el mundillo de los filólogos hay muchos alumnos venidos a más que reniegan de la docencia aunque sea una de las pocas salidas solventes -que no la única-, y que se aferran a un clavo ardiendo en la universidad antes que pisar una aula de secundaria -sí, en efecto, son los mismos que te dicen que disfrutan dando clases en las prácticas del CAP o te sueltan que han hecho miles de proyectos pedagógicos...- 

He mencionado ahora el CAP, ese fabuloso posgrado que te obligaban a cursar para poder concurrir a las listas de interinos o presentarte a unas oposiciones. Oh, ese Certificado de Aptitud Pedagógica... ¿Y para que sirve el CAP? Pues para limpiarte el culo. El CAP sirve para que ciertos profesorsuchos de la UIB -facultad de magisterio y pedagogía- y algunos chupatintas de la consejería se saquen un sobresueldo a costa de matrículas aberrantes en comparación a las "enseñanzas que recibimos". Mención a parte merecen Bartomeu Abrines y Nuria López, que de verdad trabajan con adolescentes día a día y sí pueden dar lecciones sobre pedagogía, puesto que la suya es una pedagogía de calle, aplicable, de verdad, y no la de "si un niño de 15 años se porta mal pégale un gomet rojo en la frentre". Como profesora os aseguro que si le hacéis esto a algún alumno de 15 años la hostia soberana que os va a caer va a ser sonada, y el alumno tendrá toda la razón del mundo. 

De hecho, las de estos dos profesores que acabo de mencionar fueron las únicas clases de las que disfrutaba y de las que he sacado provecho para mi tarea docente. Junto a ellos dos, fue Pilar de la Encarnación quien guió mis inicios en la práctica docente. Tuve la suerte de realizar las prácticas en el mismo IES en el que hice el bachillerato. Al verme, muchos profesores no daban crédito, pero en el fondo creo que me miraban con el orgullo del escultor que ve su obra ya casi finalizada, a punto de pulir. Junto con Pilar, cuya amistad aún conservo, hicieron de mis primeros pasos dentro de un centro un paseo de rosas, con pétalos, pero también con espinas, pero agradable al fin y al cabo. 

Durante mi época de "capera" tuve el privilegio de trabajar como becaria en un proyecto de investigación fonética sobre el vocalismo balear. Coincidí entonces con la Dra. Lucrecia Rallo, "Lucre". Su entrega y su tesón para enseñarme fueron ejemplares, no sólo fue una jefa, sino que fue una gran profesora. De ella no sólo aprendí a hacer análisis fonéticos diversos y a dominar el SPSS (gracias, Magdalena, por haber sentado tú las bases), sino que también aprendí a desenvolverme por los hostiles mundillos académicos y a salir airosa de situaciones más que complicadas. Como ya dije en el post "Ab initio", creo que el tiempo que pasamos juntas nos llevó a forjar una gran amistad. Los sonogramas eran lo único que lograba abstraerme del CAP, y bien saben quienes me conocen que sólo los dejé para ir a trabajar a un IES. 

Recapitulemos: 

- 2 años de bachillerato
- 5 años de universidad
- 1 año de CAP

Eso nos da un total de 8 años consagrados íntegramente a un fin: ser profesora de secundaria. Reconozco que tuve la surte de ir curso por curso y de que nada más apuntarme a listas me llamaran. También he tenido la suerte de que el trabajo, hasta la fecha, no me haya fallado, que no es poco. 

Pero que el ávido lector que hasta aquí ha llegado no se confíe, la formación como profesor no ha hecho más que comenzar. Tanto si eres interino como si eres funcionario de carrera, necesitarás hacer cursos de reciclaje y formación para no quedarte desfasado y aprendas a entender tu entorno (entorno social, TIC, entorno escolar...). Lograr esos puntos no sólo sirve para cobrar un trienio, un sexenio o para aumentar los puntos en la lista de interinos. Cada una de esas horas es una hora dedicada a nuestros alumnos y robada a nuestro tiempo libre. Es una hora a la que asistimos con gusto, en la que coincidimos con otros compañeros, en la que intercambiamos experiencias, en la que nos dormimos, en la que disfrutamos. 

A fin de cuentas, llegamos a la conclusión de que un profesor lo es en tanto que no deja de ser alumno. Uno puede enseñar si no deja de aprender. El sintagma nominal o la fotosíntesis serán los mismos año tras año, pero los alumnos a los que se lo expliquemos variarán, y también, y para no aburrirnos y no entrar en el hastío procrastinador del profesor 'carca', cambiaremos nuestros materiales y actividades, los mejoraremos, los reubicaremos, los adaptaremos a los distintos niveles... En definitiva: dedicaremos todo el tiempo posible a nuestros alumnos y a lograr que, al menos uno de entre los 120 que tenemos, pueda llegar a tomar nuestro camino y creemos en él una vocación de servicio.  



3 comentarios:

  1. hola,
    como ves no he empezado con un buenas como es mi costumbre.
    Me ha encantado tu post y lo confirmo punto por punto aunque sea desde el ámbito de historia (doy clases de historia y arte) cuantas veces he oído eso no sirve para nada y eso es una profesión de mujeres.
    Solo decir que yo soy profesor pero a la vez soy estudiante ya que cada día aprendo algo relacionado con mis asignaturas y con la vida.
    Un saludo y sigue así que me encanta leerlo.

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  2. Doncs jo faré com els bons alumnes i et diré que de tot el totxo que has escrit només m'he quedat amb que el teu IES es deia Peu blanc!!! hahaha I el logo, brutal!!!

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  3. Juasjuasjuasjuas, és el millor logo del món!!! Més lògic impossible! De quan hi vaig ser profe en pràctiques en tenc una camiseta de color fúcsia amb el peu blanc. És total! No me la pos perquè la vull guardar in aeternum!!! I sí, Can Peu Blanc va ser el millor lloc per començar!

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